Vol. 8 Núm. 1 (2022): Creencias, Democracia y Pluralismo
El hecho de vivir en un mundo globalizado está fuera de toda duda y sin ir más lejos, la pandemia lo ha recordado a cada minuto. Las sociedades están compuestas por personas de muy variadas culturas y creencias y la globalización ha permitido una creciente comunicación e interconexión en ámbitos muy diversos.
Desde aquí, la interculturalidad implica reconocer, respetar y valorar a quien es diferente, lo que exige un esfuerzo común y sostenido, a partir de la convicción que el ser humano debe comprenderse integralmente, atendiendo no sólo a sus necesidades materiales sino también a su dimensión espiritual.
En este mundo plural, se aprecian demandas constantes que reclaman respeto y protección a la propia cultura e identidad, lo que genera fricciones en la convivencia social.
Las migraciones dan cuenta claramente de este fenómeno: por un lado, se pretende la inserción en una “nueva” sociedad y, por otra, la conservación de la propia identidad, que se expresa en cuestiones muy concretas como las celebraciones, tradiciones, comida, creencias, etc. Se busca “pertenecer” sin dejar de “ser”. Esta interacción propicia el diálogo que permitirá apreciar las características comunes y las diferencias específicas.
En este cambio “epocal”, que todavía no es posible comprender a cabalidad, se evidencia un marcado individualismo y un crecimiento de la población que no declara afiliación religiosa.
No es que se haya dejado de creer. Porque no han crecido los agnósticos ni los ateos, sino que ha disminuido la adhesión institucional.
El pluralismo introduce el riesgo de la atomización de las creencias y constituye un desafío de no fácil resolución que requiere establecer normas generales y abstractas.
Los valores del pluralismo y la democracia están fundados en la dignidad de todo ser humano y en ese contexto, la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión permite una clave de lectura entre diferentes culturas y creencias.
Por eso, la democracia debe articularse sobre reglas que permitan reconocer y proteger el derecho de toda persona a tener las convicciones que libremente elija, a cambiarlas, a ejercerlas en público y en privado, individual o asociadamente. Esto, supone también establecer límites que permitan un ejercicio pacífico y conforme al bien común.
Creencias, democracia y pluralismo, se denomina esta convocatoria que -en la intersección de estos tres conceptos- yace la pregunta sobre cómo personas de creencias cada vez más disímiles pueden tener un espacio en la sociedad y una adecuada convivencia democrática.
Los tres conceptos contenidos en esta convocatoria dan luces sobre la misma. Ante una realidad de pluralidad de creencias, es necesario que el Estado armonice una eventual dicotomía entre la persona y la sociedad, y en esa tarea la democracia tiene un rol que jugar.